Este relato es sobre Agasha Gin, mi personaje de Leyenda de los Cinco Anillos. Antes de comenzar con la lectura os dejo una pequeña guía con los personajes:
- Agasha Gin: mi pj, shugenja médico.
- Agasha Akane: hermana pequeña de Gin (2 años menor), shugenja.
- Agasha Shirogane: ancestra de Gin. Shirogane es un fantasma que «atormenta» a Gin para que cumpla con un deber que le ha encomendado. Es un tanto bromista y le gusta que Gin la llame tía.
- Mirumoto Kohaku: hermano mayor de Gin (6 años mayor), bushi.
- Mirumoto Ryōsuke (Ryō): amigo de Gin, shugenja.
- Takehiro (Take): amigo de Gin, shugenja.
(Un año antes de la crónica. Gin tiene 16 años en este relato)
Ya hacía rato que el sol había desaparecido tras las montañas cuando Gin salió de la biblioteca. Había pasado el día entero leyendo y revisando pergaminos.
—¿Todavía estabas estudiando? —Gin siguió la voz y descubrió a su amigo Ryōsuke unos pasos más allá, mirándolo con expresión divertida. Habían pasado la mañana juntos, investigando codo con codo, pero el apuesto joven se había marchado a casa a media tarde.
—Ryō —Gin se acercó a él con una sonrisa—. ¿Vuelves a la biblioteca?
—No… En realidad, esperaba encontrarme contigo.
Gin examinó a su amigo con atención, intentado determinar si le pasaba algo. Sus ojos rasgados brillaban con la misma luz de siempre y su sonrisa seguía siendo igual de encantadora. Lo único extraño que notó en él fue un leve rubor en las mejillas y algo de cansancio.
—¿Ocurre algo? ¿Te encuentras bien? —Gin le tomó la temperatura con el ceño fruncido.
Ryō cogió con delicadeza la mano de Gin, apartándola de su frente.
—Estoy bien, solo un poco saturado —Ryō entrelazó sus dedos con los de Gin mientras contestaba—. ¿Quieres pasear conmigo? Necesito despejarme.
Gin pareció dudar durante unos instantes y en ese momento su estómago rugió. Ryōsuke suspiró.
—Te has vuelto a olvidar de comer —afirmó—. Ven, te invitaré a algo.
Aún sin soltar su mano, Ryō arrastró a Gin hasta uno de sus locales favoritos. Disfrutaba de la compañía del joven Agasha más que de la de ningún otro shugenja y a Gin no parecía molestarle, así que se reunía con él cada vez que podía. Todos sabían que eran amigos inseparables y ciertamente, a Gin también le agradaba Ryō. Era un joven muy inteligente. Y hermoso. Los ojos de Gin se paseaban por su rostro con frecuencia, Ryō lo había notado, pero parecía que Gin no era consciente. Tampoco parecía darse cuenta de los pequeños actos que le dedicaba el Mirumoto, de las veces que rozaba su piel o su pelo, del anhelo que en ocasiones le resultaba imposible ocultar cuando estaban los dos solos.
—Así que has conseguido replicar el incienso afrodisiaco.
A Gin no le costó mantener el rostro tranquilo ante la acusación de su amigo.
—Take llevaba mucho intentando averiguar la fórmula —dijo.
—Y fallando miserablemente. Vamos, Gin, sé que has sido tú. Nadie más sería capaz de hacerlo.
Gin sonrió.
—Estoy seguro de que tú también podrías.
Ryō puso los ojos en blanco. Sabía que Gin no quería mentir, pero tampoco quería admitir la verdad abiertamente.
—Cuéntame, ¿con quién lo has probado?
Gin se quedó en silencio unos segundos, contemplando la sonrisa pícara que había aparecido en el rostro de Ryō. Gin nunca lo había visto dirigirle esa clase de sonrisa, era algo que hacía cuando bromeaba con Takehiro o los otros chicos, pero nunca con él. Y a Gin le resultó atractivo, aunque no le dio importancia. Ryō era hermoso para todo el mundo.
—¿Qué quieres decir?
—Sé que no se lo darías a Take sin antes probarlo tú mismo y menos después de todos los efectos secundarios que sufrió —Gin asintió levemente—. Dime, ¿con quién estuviste? Te guardaré el secreto.
En ese momento Gin comprendió lo que quería decir su amigo y se sonrojó hasta las puntas de las orejas.
—¿Por-por qué quieres saber eso?
Ryō soltó una carcajada al verlo tan azorado.
—Nunca hablas de estas cosas —se acercó a Gin y bajó la voz—. Quiero saber qué te gusta.
El corazón de Gin se aceleró y se llevó una mano al pecho tratando de calmarse. Ryō se acercó aún más, tomando el rostro de Gin entre sus manos.
—Gin, yo…
En ese momento Gin escuchó una voz femenina a su espalda.
—Qué joven tan apuesto, Gin, aprovecha. Si tuviera tu edad…
—¡Calla!
Ryō lo miró perplejo y luego se separó de él con el rostro dolido.
—Lo siento, Gin. Perdóname, yo…
—Ryō, no…
—Pobrecito, le has roto el corazón. Debes tener un poco más de tacto, pequeño dragón.
Esta vez Gin se mordió la lengua para no contestar a Shirogane en voz alta.
—Será mejor que me vaya —Gin se inclinó profundamente para disculparse—. Nos vemos mañana, Ryō.
***
—No te enfades, pequeño. Era una broma. El muchacho es todo tuyo, ¿o es que no has visto con qué ojitos te mira?
—¿Qué estás diciendo? Ryōsuke es muy popular con las chicas. Él jamás… conmigo no. Somos amigos.
Shirogane le dio unas palmaditas en la cabeza.
—¿Cómo puedes ser tan estúpido e inteligente al mismo tiempo? Se ha pasado el día leyendo pergaminos aburridos contigo, ha esperado a que salieras de la biblioteca, te ha cogido de la mano, te ha invitado a cenar…
—Pero somos amigos, esas cosas son normales… ¿no?
Shirogane alzó una ceja.
—¿Takehiro también te coge de la manita?
Gin abrió la boca. Y la volvió a cerrar. Shirogane se sintió un poco culpable al ver al muchacho tan confundido.
—No pasa nada, Gin. Aunque lo rechaces, seguirá siendo tu amigo. Por lo que he visto, Ryōsuke es un buen chico. No te preocupes.
—Es que no lo entiendo…
Pero en realidad sí lo entendía o al menos, lo empezaba a comprender. Recordaba a aquel amigo de su hermano con el que siempre quería jugar de pequeño; recordaba a aquel monje con la piel cubierta de tatuajes que tanto le había fascinado y recordaba lo bien que se había llevado con Ryō desde el primer día. Ryōsuke tenía una hermana idéntica a él, eran mellizos, como dos gotas de agua, los dos igual de hermosos y sin embargo, los ojos de Gin siempre seguían a Ryō.
Gin notó los brazos fantasmales de Shirogane abrazándolo por detrás. «Está bien», se dijo. «Mañana me disculparé como es debido y todo se arreglará».
—Por cierto, ¿cuándo conseguiste replicar mi incienso? No te he visto trabajar en nada así estas semanas. ¿Fue antes de conocernos?
—¿Tu incienso? —Shirogane asintió con una sonrisa un tanto perversa. Gin resopló—. Ahora que lo dices, no me extraña que fueras tú, tía.
Todos los pergaminos de la biblioteca que hablaban sobre Shirogane alababan su maestría con los inciensos, de hecho, muchos se seguían utilizando y eran bastante eficaces.
—¿Me dejas ver la receta?
Gin se levantó del futón y buscó entre sus apuntes la hoja en la que había anotado los componentes. Shirogane la estudió con atención, parecía asombrada.
—Esto… Claro, al añadir esto se prolongan los efectos y esta hierba de aquí… Maldita sea, Gin, ¡has mejorado mi fórmula!
Gin sonrió ante los halagos de su ancestra.
—Imagino que pasarías un buen rato en soledad con tu mano derecha tras olerlo —se mofó la fantasma.
—¡Shirogane!
Ella empezó a reírse.
—Con Ryō lo habrías pasado mejor ~
Gin volvió a sonrojarse.
—Márchate de una vez.
—¿Gin? ¿Con quién hablas?
—Akane —su hermana pequeña asomó la cabeza desde el hueco de la puerta corredera y escaneó la habitación con el ceño fruncido—. ¿No deberías estar durmiendo?
Con una última inspección a la habitación Akane cerró la puerta con cierta decepción y se marchó mascullando quejas sobre Gin interrumpiendo su sueño.
Cuando Gin se giró, Shirogane ya había desaparecido, así que volvió a tumbarse en el futón y cerró los ojos.
***
—Tengo que contaros algo —Gin observó con preocupación a Ryō. Al final nunca llegaron a hablar de lo que había pasado aquella noche, ambos actuaron con normalidad y nadie notó nada. Sin embargo, desde hacía unos cuantos días Ryō parecía algo más distante que de costumbre.
—¿Qué te aflige, Ryō? —preguntó Takehiro en tono dramático—. Cuéntanos, amigo, ¿es mal de amores?
Ryōsuke puso los ojos en blanco y le dio un trago a su botella de sake.
—Me marcho en dos días —anunció con la mirada perdida y volvió a llevarse el sake a los labios.
—¡¿Qué?! ¿Cómo que te marchas? ¿Adónde? ¿Por qué? ¡No me dejes solo con Gin, es muy aburrido!
Gin sintió que algo dentro de él se estremecía. ¿Iba a marcharse por su culpa? ¿Ya no quería ser su amigo?
Ryō dio un golpe en la mesa con la botella, ya vacía. Gin nunca lo había visto tan mal.
—Hace tiempo que nos graduamos de la escuela. Debería haber vuelto a casa entonces, pero me quedé —sus ojos se clavaron en los de Gin y durante unos largos segundos ambos se sostuvieron la mirada. Entonces Ryō tragó saliva—. Mis padres han arreglado un compromiso con la hija de unos amigos. Intenté posponerlo, pero ya nada me retiene aquí. Debo marcharme.
Gin asintió en silencio y alargó la mano para tomar su botella de sake, sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, Ryō se la arrebató y la bebió de un trago. Take y Gin se lo quedaron mirando con ojos desorbitados. Ryō sabía divertirse y bebía más que Gin, pero no era dado a excesos, eso era algo más típico de Take.
—Oye, oye, ¡más despacio! La noche es muy larga, Ryō, y tenemos que despedirnos en condiciones.
Take pasó un brazo sobre los hombros de Ryō y pidió más bebida. Se pasó la noche intentando animar a Ryō, recordando muchos de los momentos que habían pasado los tres juntos, bebieron, rieron y lloraron, los dos, Gin fue incapaz. Su primera taza de sake aún estaba intacta, sus ojos aún estaban fijos en los de Ryō, en la tristeza y el dolor que veía en ellos, y su mente no dejaba de pensar que no había remedio alguno que pudiera fabricar para aliviar el pesar de su mejor amigo.
***
—Gin. ¡Gin! —lo llamó Ryō. Hacía un rato que Take había caído rendido y dormía como un tronco en el suelo— ¡Agasha Gin!
Ryō se levantó tambaleante y se abalanzó sobre él, aprisionándolo contra la pared. Gin se quedó muy quieto y Ryō aprovechó para acariciarle la mejilla.
—Gin —susurró. Gin podía sentir el anhelo en su voz tanto como las caricias en su rostro y el olor a alcohol de su aliento.
—Lo siento. Lo siento mucho —por primera vez en toda la noche Gin le habló a su amigo y junto con sus palabras salieron las lágrimas que también había estado conteniendo.
—Tonto —Ryō se acercó más a él y Gin cerró los ojos—. Espero que la próxima vez que alguien se enamore de ti, no estés tan ciego, Gin —el vello del joven Agasha se erizó al sentir los labios de Ryō rozándole la oreja al hablar.
—Lo siento. Si me hubiera dado cuenta antes…
Ryō puso un dedo sobre sus labios.
—Si te hubieras dado cuenta antes, este momento sería mucho más doloroso. Es mejor así.
Ryō lo besó en la frente y Gin no pudo evitar abrazarlo con fuerza. Estaba muy confundido. No sabía si quería a Ryō como un amigo o como algo más, pero no podía negar que sentía cierto grado de atracción hacia el otro shugenja y ahora que lo había descubierto, Ryō se marchaba. Iba a casarse y probablemente no volverían a verse nunca más.
Lo iba a echar mucho de menos. Eso era lo único que sabía con certeza.
—¿Puedo pedirte algo? —preguntó Gin. Ryō se acurrucó un poco más entre sus brazos.
—Adelante.
—Escríbeme. Quiero saber de ti, de tu nueva vida, de tu familia.
Ryō sonrió con tristeza.
—Hagamos una promesa, entonces. Nos escribiremos siempre que podamos, sin importar donde estemos, y si alguna vez necesito tu ayuda o tú la mía, acudiremos sin importar lo que cueste.
Gin abrazó con fuerza a Ryō.
—Lo prometo —le dijo.
—Lo prometo —contestó el otro.
Y cuando un dragón promete algo, lo cumple y a veces, como en el caso de Shirogane, ni siquiera la muerte puede impedirlo.