La Sucursal de los Finales no tan Felices – 5: Kika, el hada inútil

La Sucursal de los Finales no tan Felices – 5: Kika, el hada inútil

En La Sucursal, más por desgracia que por suerte, todas conocían las “hazañas” de Kika. Cuando iba de misión, era más que frecuente que cometiera errores garrafales como emparejar a la princesa con el villano o equivocarse de hechizo de protección cuando la heroína se adentraba en algún lugar maldito. En los momentos en los que se quedaba dentro de la corteza de su hogar, día sí y día también, algo explotaba literalmente dentro de La Sucursal. Sus compañeras intentaban arreglar los destrozos generados por Kika, mientras que los demás seres sólo deseaban que un hada madrina les acogiera, pero que no fuera la conocida como El hada inútil. 

Más pronto que tarde, Kika se enteró del doloroso nombre que el mundo había decidido otorgarle. Recibió innumerables palabras de apoyo de sus compañeras, pero era consciente que pocas eran reales. Sabía que probablemente muchas deseaban que desapareciera, de este modo la vida de todas sería mucho más tranquila. 

Cada día un poco más que el anterior, la que fue conocida como el hada inútil se aislaba en su rama de la sucursal: algo había cambiado en ella: Ya no sentía que podía traer esperanza al mundo, ya no sentía que podía traer felicidad. Si no podía cumplir su cometido como hada, ¿qué sentido tenía su existencia? Kika también empezó a sufrir cambios físicos: su piel cada día se tornaba de un color más grisáceo y, aunque intentara convencerse de que era por la luz, las puntas de sus dedos comenzaban a ser traslúcidas.

Asustada, visitó a Ela. Aunque Madrina era más longeva y experimentada, prefería el carácter expresivo y dulce de la conocida como El hada del amor. 

—¿Cómo?—Insistió Ela temerosa. Jamás había visto algo así. 

— No lo sé, juro que no he hecho nada. Esta vez no ha sido responsabilidad mía.

—Lo sé, Kika.—Intentó consolarla su compañera, aunque no sabía qué palabras usar. —Encontraré una solución, investigaré en las bibliotecas humanas, preguntaré a los magos de ciudad Piruka, te lo prometo. 

—Puedo acompañarte. —Sugirió Kika. Necesitaba sentirse útil, necesitaba saber que confiaban en ella.

—No hace falta, no te sobresfuerces y descansa. No sabemos lo que es, así que no deberíamos arriesgarnos a que salir te haga más daño

Kika no replicó ante las últimas palabras de Ela. Ambas se fundieron en un abrazó y la joven hada se permitió llorar. Por desgracia, las dos sabían que las palabras del hada del amor no se debían solamente a la preocupación por su compañera, si no también a la falta de confianza que sentía hacia ella. 

Esa misma noche, Ela se marchó en busca de una solución que en aquel momento no encontró. Aún los magos humanos no habían avanzado tanto en su búsqueda de la inmortalidad. Cuando regresó lo único que quedaba de Kika era su ropa manchada de una ceniza brillante y grisácea. 

Al ser consciente de que su compañera no volvería, algo se rompió dentro del hada del amor. Se prometió que encontraría la solución aunque fuera lo último que hiciera. Tardó varios siglos en darse cuenta que su desconfianza terminó con la esperanza y con la vida de aquella que todos conocieron como El Hada Inútil 

Kika fue la primera hada en morir. Con los siglos no sería la única. 

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